Solemnidad de la Ascensión del Señor-Solemnidad 26 de mayo

Solemnidad de la Ascensión del Señor

“Vosotros sois testigos de estas cosas”

Hermanos, es necesario comprender la diferencia radical que existe entre una desaparición y una partida, para reconocer que la Ascensión no es un “adiós” sino una verdadera fiesta.
Con la Ascensión, el Señor Jesús no se fue, no se ha ausentado; solo ha desaparecido de la vista. Quien parte ya no está; quien desaparece puede estar aún allí, a dos pasos, solo que algo impide verle.
En el momento de la ascensión Jesús desaparece, sí, de la vista de los apóstoles, pero para estar presente de otro modo, más íntimo, no fuera, sino dentro de ellos. Sucede como en la Eucaristía; mientras la hostia está fuera de nosotros la vemos, la adoramos; cuando la recibimos ya no la vemos, ha desaparecido, pero para estar ya dentro de nosotros. Se ha inaugurado una presencia nueva y más fuerte.
Pero surge una objeción. Si Jesús ya no está visible, ¿cómo harán los hombres para saber de su presencia? La respuesta es: ¡Él quiere hacerse visible a través de sus discípulos! Tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas asocia estrechamente la Ascensión al tema del testimonio: “Vosotros sois testigos de estas cosas”. (Lc. 24, 48).
Ese “vosotros” señala en primer lugar a los apóstoles que han estado con Jesús. Después de los apóstoles, este testimonio por así decir “oficial”, esto es, ligado al oficio, pasa a sus sucesores, los obispos y los sacerdotes. Pero aquel “vosotros” se refiere también a todos los bautizados y los creyentes en Cristo. Cada laico, nos enseña la Iglesia, debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo» (Lumen Gentium # 38).

Después de la Ascensión, los Apóstoles -y con ellos todos los cristianos- tienen que continuar la misión de Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo (la Promesa). Los apóstoles todavía están aturdidos por cuanto ha sucedido delante de sus ojos. Con tristeza y nostalgia miran a Jesús que se aleja. Pero he aquí algunos ángeles se les aparecen y les dicen: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Es verdad, ahora les toca a ellos ponerse a trabajar, es necesario seguir desarrollando la misión de Jesús y anunciar su Evangelio a cada criatura, empezar a llevar a la práctica sus palabras y a vivir según sus enseñanzas. ¿Pero dónde se encontrará la “fuerza” para anunciar al mundo un mensaje tan comprometido como el de Jesús? Solo con la “potencia” y con el “don” del Espíritu Santo que Cristo enviará a sus discípulos.
Un modo de manifestarse la “fuerza” del Espíritu es darnos la alegría de testimoniar, por lo que testimoniar el evangelio a los demás no es ya solamente un deber, sino que se convierte en una necesidad del corazón.
Se dice de los Apóstoles que, después que habían sido azotados, salían gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del nombre de Jesús. (Hechos 5,41).
La Ascensión no fue un adiós, es una fiesta, es alegría por cuanto el Señor Jesús está en nosotros y nosotros por poder del Espíritu Santo (desde nuestro bautismo) somos otros “cristos” que debemos seguir la misión del Señor Jesús, anunciar su Evangelio a cada criatura, empezar a llevar a la práctica sus palabras y a vivir según sus enseñanzas. ¡Alabado sea Jesucristo!

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