Cuaresma 17 de febrero al 1 de abril

Por P. Óscar Tulio Londoño, cjm.

CUARESMA

Oración, ayuno, sacrificio y limosna

“En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo”.

Cuaresma: 40 días de preparación hacia la Pascua. Pensemos en el pueblo judío peregrinando en el desierto hacia la tierra de Palestina; tierra que mana leche y miel (Éxodo 3, 7-8). Posiblemente sea una situación bastante lejana para nosotros en el espacio y en el tiempo, pero como metáfora, por decirlo así, es más cercana a nosotros, en cuanto a nuestros anhelos, expectativas y deseos profundos, que nosotros mismos, que solemos llevar una vida, lo más, asaz superficial.

En esa peregrinación/preparación la iniciativa no es nuestra, sino de Dios que nos precede, nos sostiene y nos acompaña. Si bien es una compañía mediada, en el caso del pueblo judío, a través de Moisés, Aarón, María. En el nuestro, a través de la Iglesia con sus exhortaciones, con sus directrices. Como en esta invitación del Papa Francisco para esta Cuaresma 2021: “En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo”. La tentación permanente: NO ESCUCHAR SU VOZ. ENDURECER NUESTRO CORAZÓN (salmo 94).

Es un viaje para descentrarse de sí; para salir -en expresión muy recurrente hoy día- de la zona de confort, y ubicarse en quien realmente es el centro: DIOS. Su Luz. “La Luz vino al mundo… vino a los suyos, y los suyos no la recibieron” (Véase Prólogo Evangelio de Juan).

Los medios, el Papa Francisco dirá: “las condiciones y la expresión de nuestra conversión”, para ese ejercicio de descentramiento: el ayuno, la oración, la limosna. De estos medios dice un Padre de la Iglesia del siglo V: “amados hermanos, lo que cada cristiano ha de hacer en todo tiempo ahora debemos hacerlo con más intensidad y entrega, para que así la institución apostólica de esta cuarentena de días logre su objetivo mediante nuestro ayuno, el cual ha de consistir mucho más en la privación de nuestros vicios…que en los de los alimentos.

Junto al razonable y santo ayuno, nada más provechoso que la limosna, denominación que incluye una extensa gama de obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por diversas que sean sus posibilidades” (san León Magno, papa).

Otro autor: “Nada hay mejor que la oración y coloquio con Dios, ya que por ella nos ponemos en contacto inmediato con él; y, del mismo modo que nuestros ojos corporales son iluminados al recibir la luz, así también nuestro espíritu, al fijar su atención en Dios, es iluminado con su luz inefable. Me refiero, claro está, a aquella oración que no se hace por rutina, sino de corazón; que no queda circunscrita a unos determinados momentos, sino que se prolonga sin cesar día y noche” (Pseudo-Crisóstomo).

Bien, son prácticas que dicen de una peregrinación interior, de una disposición interior, pues en el interior se define lo que somos los hombres (Mateo 15, 19). 

Hermanos, lectores de Salve Regina, que a cada uno le permita al Señor, después de esta preparación, hacerse Pascua en su vida; renovar su paso de las tinieblas a la luz; de la muerte a la vida. Que la María del Nuevo Testamento, nos asista como buena Madre. Ella que vivió también su propia peregrinación, su propio exilio, profetizado por el anciano Simeón en el Templo: “Mira, este niño está puesto para que muchos caigan y se eleven en Israel, y como un signo que provocará enfrentamientos, para que queden de manifiesto las intenciones de muchos. Y a ti, una espada te traspasará el alma” (Lucas 2, 34-35).

Una pintora colombiana, Débora Arango (1907-2005), produjo una obra con el título que tomamos para este breve artículo “La procesión va por dentro”. Se nos insistirá lo mismo desde el próximo Miércoles de Ceniza. Dios nos demanda, por decirlo así, un viaje a lo más recóndito de nosotros que se refleje en una vivencia más coherente de la fe que profesamos. Que cada uno pueda hacerlo, repetimos, de la mano de María, la Madre del Señor.

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