Jornada Mundial de la Juventud

P. José Luis Vélez,
sacerdote Diocesano y
Asesor Espiritual Radio La Voz de María

Del 1 al 6 de agosto del 2023

Camino de la proximidad y del encuentro

Jornada Mundial de la Juventud

“María se levantó y partió sin demora” Lc 1,39

Estamos próximos a esta aventura de Dios en la Jornada Mundial de la Juventud, donde los protagonistas son los jóvenes. Desde su primera edición, que tuvo lugar en la ciudad de Roma en 1986, convocados por su santidad San Juan Pablo II, hasta ahora, que nos sigue invitando el sucesor de Pedro, el Papa Francisco. La Jornada tiene lugar en sus respectivas diócesis y cada dos, tres o cuatro años en un país asignado por el pontífice.
La JMJ, en sus siglas, es un instrumento de evangelización y transformación de la Iglesia. Lugar donde un joven descubre su importancia en la iglesia y la sociedad; su vocación al matrimonio o a la vida consagrada; encuentro de fiesta juvenil donde la creatividad, la alegría, el idioma y cultura se entreven como en Pentecostés.
Los organizadores de la JMJ tienen un papel muy importante junto con los voluntarios al recibir a los jóvenes provenientes de todo el mundo. La recepción de la inscripción grupal o individual; alojamiento en instalaciones públicas, parroquiales o familias de la misma localidad; movilización y alimentación.

El logo Lisboa 2023 que acompaña esta nueva edición, inspirado en el tema: “María se levantó y se fue de prisa”, tiene la Cruz como elemento central. El logo pretende ser una invitación a los jóvenes a no quedarse quietos y ser protagonistas en la construcción de un mundo más justo y fraterno. Los colores (verde, rojo y amarillo) evocan la bandera portuguesa.
El inicio y la clausura son clave durante en este encuentro. La apertura por el arzobispo de la sede quien acoge en nombre de todos los católicos a los presentes, durante las mañanas hay catequesis para profundizar en la fe, y por las tardes hay diversas actividades: culturales, conciertos sobre temas relacionados con la fe y la visión cristiana del hombre. Desde el jueves, la ceremonia de bienvenida del Papa en el aeropuerto, junto con las celebraciones que él preside el vía crucis, la vigilia y la misa de clausura y envío.
La sede de este nuevo encuentro es Lisboa capital de Portugal, bajo la mirada maternal de Ntra. Sra. de Fátima y la intercesión de los santos patrones, es decir, santos o santas canonizados o en proceso de canonización que preparan el camino.

“María se levantó y partió sin demora” es la cita bíblica elegida por el Papa Francisco como lema de la Jornada Mundial de la Juventud. La frase bíblica del Evangelio de San Lucas que abre el relato de la visita de María a su prima Isabel, un episodio bíblico que se sigue a la Anunciación el anuncio del ángel a María de que iba a ser la madre del Hijo de Dios, que fue el tema de la última JMJ, en Panamá. 
En la conversación que mantiene con María con el ángel en la que anuncia que su prima, una anciana considerada estéril, estaba embarazada. Es entonces cuando María, después de decirle al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, emprende el camino hacia Ein Karem, una aldea cerca de Jerusalén, donde Isabel vivió mientras esperaba el nacimiento de Juan, quien se convertiría en San Juan Bautista. 
María de Nazaret es la gran figura del camino cristiano, que nos enseña a decirle sí a Dios. Fue la protagonista de la última edición de la JMJ y también lo será en Lisboa. 
En el episodio bíblico de la Visitación, la acción de levantarse presenta a María, simultáneamente, como mujer de caridad y como mujer misionera. Partir sin demora resume la actitud plasmada por el Papa Francisco en sus instrucciones para este nuevo encuentro: “Que sea activa y misionera la evangelización de los jóvenes, que asimismo reconocerán y serán testigos de la presencia de Cristo vivo”. A continuación, quiero mencionar en fragmentos el mensaje del Papa Francisco para esta jornada: “María se levantó y partió sin demora”.

María se levantó
Se levantó y salió a la luz del sol. Aunque el impactante anuncio del ángel haya provocado un “terremoto” en sus planes, la joven no se dejó paralizar, porque en ella estaba Jesús, el poder de la resurrección. Dentro de ella ya estaba el Cordero inmolado, pero siempre vivo. Se levantó y se puso en marcha, porque estaba segura de que los planes de Dios eran el mejor proyecto posible para su vida. María se convirtió en el templo de Dios, imagen de la Iglesia en camino, la Iglesia que sale y se pone al servicio, la Iglesia portadora de la Buena Noticia.
Experimentar la presencia de Cristo resucitado en la propia vida, encontrarlo “vivo”, es la mayor alegría espiritual, una explosión de luz que no puede dejar a nadie “quieto”. Nos pone en movimiento inmediatamente y nos impulsa a llevar esta noticia a otros, a dar testimonio de la alegría de este encuentro. 

Foto: www.vaticannews.va
Estampilla conmemorativa a la Jornada de la Juventud, 2023.

La Madre del Señor es modelo de los jóvenes en movimiento, no inmóviles frente al espejo contemplando su propia imagen o “atrapados” en las redes. Ella estaba totalmente orientada hacia el exterior. Es la mujer pascual, en permanente estado de éxodo, de salida de sí misma hacia el gran Otro que es Dios y hacia los demás, los hermanos y las hermanas, especialmente los más necesitados, como lo fue su prima Isabel.

Partió sin demora
María se dejó interpelar por la necesidad de su prima anciana. No se echó atrás, no permaneció indiferente. Pensaba más en los demás que en sí misma. Y esto dio dinamismo y entusiasmo a su vida. 
La prisa de la joven de Nazaret es la de quienes han recibido dones extraordinarios del Señor y no pueden dejar de compartir, de hacer desbordar la inmensa gracia que han experimentado. Es la prisa de los que saben poner las necesidades de los demás por encima de las suyas. María es un ejemplo de persona joven que no pierde el tiempo buscando la atención o la aprobación de los demás, ocurre cuando dependemos de los “me gusta” en las redes sociales, sino que se mueve para buscar la conexión más genuina, la que surge del encuentro, del compartir, del amor y del servicio.
A partir de la anunciación, desde que fuera por primera vez a visitar a su prima, María no deja de cruzar espacios y tiempos para visitar a sus hijos necesitados de su ayuda solícita. Nuestro caminar, si está habitado por Dios, nos lleva directamente al corazón de cada uno de nuestros hermanos y hermanas. ¡Cuántos testimonios nos llegan de personas “visitadas” por María, Madre de Jesús y Madre nuestra! ¡En cuántos lugares remotos de la tierra, a lo largo de los siglos con apariciones o gracias especiales María ha visitado a su pueblo! Prácticamente no hay lugar en esta tierra que no haya sido visitado por ella. La Madre de Dios camina en medio de su pueblo, movida por una ternura amorosa, y asume sus angustias y vicisitudes. 

Y allí donde hay un santuario, una iglesia, una capilla dedicada a ella, sus hijos acuden en gran número. ¡Cuántas expresiones de piedad popular! Las peregrinaciones, las fiestas, las súplicas, la acogida de imágenes en los hogares y tantas otras son ejemplos concretos de la relación viva entre la Madre del Señor y su pueblo, que se visitan mutuamente.

La prisa “buena” siempre nos empuja hacia arriba y hacia los demás
Cuando María llegó finalmente a la casa de Zacarías e Isabel se produjo un encuentro maravilloso. Isabel había experimentado una prodigiosa intervención de Dios sobre ella, que le había dado un hijo en su vejez. Hubiera tenido razones suficientes para hablar primero de sí misma, pero no estaba llena de sí, sino inclinada a acoger a su joven prima y al fruto de su vientre. En cuanto escuchó su saludo, Isabel se llenó del Espíritu Santo. Estas sorpresas e irrupciones del Espíritu ocurren cuando experimentamos la verdadera hospitalidad, cuando ponemos en el centro al huésped, y no a nosotros mismos. 
Es hora de volver a emprender sin demora el camino de los encuentros concretos, de una verdadera acogida de los que son diferentes a nosotros, como ocurrió entre la joven María y la anciana Isabel. Sólo así superaremos las distancias entre generaciones, entre clases sociales, entre etnias y categorías de todo tipo e incluso las guerras. Los jóvenes son siempre la esperanza de una nueva unidad para la humanidad fragmentada y dividida.

El Papa Francisco sueña con que en la JMJ los jóvenes vuelvan a experimentar la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos y las hermanas. Tras largos periodos de distancia y aislamiento, en Lisboa con la ayuda de Dios redescubriremos juntos la alegría del abrazo fraternal entre los pueblos y entre las generaciones, el abrazo de la reconciliación y la paz, ¡el abrazo de una nueva fraternidad misionera!
Que el Espíritu Santo encienda en sus corazones el deseo de levantarse y la alegría de caminar todos juntos, en estilo sinodal, abandonando las falsas fronteras. ¡El momento de levantarse es ahora! ¡Levantémonos sin demora! Y, como María, llevemos a Jesús dentro de nosotros para comunicarlo a todos. En este hermoso momento de sus vidas, sigan adelante, no pospongan lo que el Espíritu puede hacer en ustedes. El Papa Francisco bendice de corazón sus sueños y sus pasos. ¡Nos vemos en Lisboa!

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