Jubileo 2025: “Peregrinos de Esperanza”

Ing. Alexandra de Marín
Conductora del programa
“Familia puertas adentro”
Del 24 de diciembre del 2024 al 6 de enero del 2026
Jubileo 2025: “Peregrinos de Esperanza”
Adorar, servir y caminar

El jubileo es un tiempo en que se nos invita a abrir las puertas, no solo las Santas sino también las de nuestros corazones y de nuestras mentes para ir hacia adelante, buscando siempre al “otro”. Y cuando lo encontremos, levantarlo para caminar juntos e ir en pos de esa Esperanza que no defrauda.
Cada 25 años, la Iglesia celebra un Jubileo Ordinario, momento de peregrinación, reflexión, oración, renovación, perdón de los pecados, penitencia sacramental, reconci-liación, que se celebra en Roma, la capital de Italia. Este 24 de diciembre del 2024, el Papa Francisco ha iniciado un Jubileo con la apertura de la Puerta Santa en la Basíli-ca de San Pedro y cuyo lema “Peregrinos de Esperanza” nos debe comprometer a buscar-renovar nuestra relación con el Señor, con el prójimo y con la creación. Nos mue-ve también a buscar fuentes de servicio en nuestro interior en favor de los hermanos más necesitados, los que están en nuestros hogares, comunidades y regiones, y a caminar unidos como peregrinos en busca de la Patria Celestial.
Desde hace más de 7 siglos la Iglesia Católica conserva esta antigua tradición judía que es convocada a través de una Bula y que en esta ocasión tiene como título: Spes non confundit, que significa “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5). Entonces, este es un año de gracias y bendiciones de parte del Señor, pero también debe ser de parte nues-tra, esto es, un año de muchos desafíos en lo ecuménico, en lo social y en lo religioso. Un año que le viene bien a toda la Iglesia – presbíteros y laicos- para hacerse un gran examen de conciencia de hacia dónde vamos, hacia dónde debemos ir y cómo estamos siguiendo a Cristo. Preguntar-se individual y en sociedad, de qué manera estamos asi-milando el Evangelio y cómo estamos dándolo a conocer a los demás. Un año de gracias especiales para ganar Indul-gencias plenarias, para que sean perdonados los pecados que ya hemos confesado. Pero además para que se con-donen nuestras deudas por las penas que han quedado de esos pecados y que no han sido pagadas aquí en la tierra por nuestra flojera, a no ser que se hagan buenas obras, se practique la Virtud o se hagan sacrificios y ayunos.
Sin embargo, como muchas de estos residuos de maldad se quedan sin pagar, entonces las Indulgencias Plenarias nos ayudan y borran todo, y podemos empezar nuevamente desde cero; pudiendo obtener estas gracias para uno mis-mo o para algún difunto, y además una por día.
Pero debemos tener conciencia que las Indulgencias no son el centro del Jubileo 2025, sino el buscar ser una Iglesia en salida, una iglesia sinodal, que no tenga miedo de man-charse las manos para ir hasta el último rincón de la tierra y ayudar al que sufre, al necesitado. Una iglesia que, aunque marcada por la guerra, el dolor y el odio tiene muchas manos extendidas para crear puentes de esperanzas para animar a los necesitados y alentarlos en la esperanza de un futuro nue-vo y mejor, caminando juntos hacia nuestro Señor Jesucristo.
El jubileo es un tiempo en que se nos invita a abrir las puertas, no solo las Santas sino también las de nuestros corazones y de nuestras mentes para ir hacia adelante, buscando siempre al “otro”. Y cuando lo encontremos, le-vantarlo para caminar juntos e ir en pos de esa Esperanza que no defrauda, en pos del Amor que se hace Niño y que lo hemos contemplado en esta Navidad. Ese pesebre que nos recordó que en lo humilde, sencillo, frágil y débil se manifiesta la Gracia de Dios.
Es también un tiempo para que la iglesia se obsesione por el servicio, por ser la buena samaritana, la de Mateo 25 en su examen final. No simplemente una iglesia de Rosa-rios y celebraciones, de canastas navideñas y de liturgias perfectas, sino llena de respuestas al “tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, solo, enfermo y encarcelado y me alimentaste, me vestiste, me visitaste y acompañaste por-que siempre que lo hiciste con los más pequeños, lo hiciste conmigo”.
Una Iglesia Sinodal donde tú y yo, el Papa y los Obispos, Sacerdotes y Religiosos, Consagrados, y todo el pueblo Santo de Dios, peregrine tomada de la mano sin jerarquías ni puestos relevantes sino con la bandera del Amor que es Dios mismo.
Los cristianos en este año debemos aprovechar y co-menzar a decirle al mundo que vale la pena seguir a Cristo, de mostrar que no hay mayor felicidad que llevarlo en el co-razón y compartirlo con los hermanos y hacer cada día mas nuevo el Evangelio. Un tiempo de actualizar la oración, las virtudes, los mandamientos y las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia para que aterricen y cobren vida especial-mente en aquellos que miran el mundo con escepticismo y pesimismo como si nada pudiera causarles felicidad. Des-cubrir que la Palabra de Dios no es simplemente un libro antiguo, sino el mismo Dios que está vivo y está entre no-sotros, que nos toma de la mano y recorre los caminos del mundo y de nuestra historia.
Por eso en cada Diócesis se abre este Año Santo, y en Guayaquil, el sábado 18 de Enero, caminaremos junto a nuestro
Cardenal, Su Eminencia Mons. Luis Gerardo Ca-brera Herrera, desde la Iglesia La Victoria rumbo a la Ca-tedral Metropolitana, donde él presidirá la Santa Misa de Apertura. Animémonos a abrir no solo la puerta Santa, sino a abrir las de nuestros corazones para acercarnos y acoger “al otro” tal como es. Buscar la forma de ayudarlo para que participe del amor de Jesús y finalmente a dar testimonio de Él. Nuestra esperanza cristiana no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie po-drá separarnos del amor del Señor. Necesitamos recuperar la alegría de vivir, saber que la muerte no tiene ni tendrá jamás la última palabra y que lo que ahora vivimos en la es-peranza, un día lo veremos en verdad. Que nuestra Madre Santísima, madre de la Esperanza, nos ayude a inundarnos del Amor incondicional y gratuito de Dios y a contagiarlo a todos los que nos rodean.
Las Puertas Santas del Jubileo de 2025 se encuentran en las siguientes basílicas papales: Basílica de San Pedro en el Vaticano, Basílica de San Juan de Letrán,
Basílica de Santa María la Mayor y Basílica de San Pablo Extramuros

