¡Sed Santos!

Fiesta 23 de septiembre

“Mi verdadera misión
comenzará después
de mi muerte”. Padre Pío

“¡Sed Santos!”

“Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”. Al respecto, san Clemente I, papa y mártir (c. 101), les recuerda a los corintios: “Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se santificarán”. También: “Con el hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás” (Liturgia de las horas, oficio de lectura, lunes XIV semana del tiempo ordinario).

Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968)
El imperativo a la santidad se lee así en Mateo (5, 48): “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”; en Lucas (6, 36): “Sean misericordiosos, así como el Padre de ustedes es misericordioso”; y, propiamente “santos”, en 1 Pedro 1, 15-16, que cita Levítico 11, 44-45.19, 2: “Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”. Al respecto, san Clemente I, papa y mártir (c. 101), les recuerda a los corintios: “Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se santificarán”. También: “Con el hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás” (Liturgia de las horas, oficio de lectura, lunes XIV semana del tiempo ordinario). En el Salmo 18 (17), se lee (vv. 26-27): “Con el fiel, tú eres fiel; con el íntegro, tú eres íntegro; con el sincero, tú eres sincero; con el astuto, tú eres sagaz” (así en la versión de la Liturgia de las Horas).
Se me ha pedido que escriba sobre un santo, san Pío de Pietrelcina (1887-1968). Nombre de pila: Francisco, por san Francisco de Asís (c.1181/1182-1223); nombre de orden: Pío, por san Pío V (1504-1572), papa (225.º 1566- 1572).
En la mesita de noche un librito, cuadernillo para su autor, P. Leonardo Gabriel López, IVE (Instituto del Verbo Encarnado), Vida de san Pío de Pietrelcina (editado en 2020).
Acompañado de una misiva (23 de septiembre de 2021), en la cual se nos invita a los ministros ordenados a “reavivar nuestra identidad (sacerdotal)”, teniendo como referente al Padre Pío en su “configuración con Cristo Víctima”. Recién el Papa León XIV hizo una invitación similar a los ministros ordenados y a los esposos, de reavivar lo que somos, teniendo como referentes sacerdotes y esposos santos. Así en un caso y en otro.
“En tiempos recientes hemos tenido el ejemplo de santos sacerdotes que supieron conjugar la pasión por la historia con el anuncio del Evangelio, como don Primo Mazzolari y don Lorenzo Milani, profetas de paz y justicia. Y aquí en Roma hemos tenido a don Luigi Di Liegro que, ante tanta pobreza, dio su vida para buscar caminos de justicia y promoción humana. Bebamos de la fuerza de estos ejemplos para seguir sembrando semillas de santidad en nuestra ciudad” (Al clero de la diócesis de Roma, junio 12 de 2025).

“En las últimas décadas hemos recibido un signo que llena de gozo y, al mismo tiempo, invita a reflexionar: me refiero al hecho de que fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Pienso en Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y recuerdo también a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado. Y no olvidemos a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio. Decía que es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades” (VII domingo de Pascua, Santa Misa, Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores, junio 1 de 2025).
Bien, de joven algo leí sobre el Padre Pío, en esos libritos de divulgación, Vidas de Santos, del P. Eliécer Sálesman, salesiano.
Por tanto, tenía un recuerdo muy vago. Con ello, entonces, ¿cómo escribir sobre el Padre Pío? Pues no sería muy competente.
No obstante, y tras la actual lectura del cuadernillo preparado por el P. Leonardo para los feligreses de la Parroquia San Pío de Pietrelcina, en el Guasmo Sur, procedo a lo siguiente, ¡ah!, y teniendo presente lo proclamado hace poco, julio 6 de 2025, en el XIV Domingo del tiempo ordinario, ciclo C, con san Pablo y con el evangelista Lucas, respectivamente. Con el primero, en la conclusión de su carta a los gálatas (6, 14): “Dios me libre de gloriarmesi no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo”. El segundo, pone en labios de Jesús, como conclusión del envío de los setenta y dos discípulos, y tras el aparente éxito de la misión que les fue confiada, y el “ufanarse” de ello: «no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lucas 10, 20).
“En las últimas décadas hemos recibido un signo que llena de gozo y, al mismo tiempo, invita a reflexionar: me refiero al hecho de que fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos.

 Pienso en Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y recuerdo también a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado. Y no olvidemos a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio. Decía que es un signo que da que pensar. Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades” (VII domingo de Pascua, Santa Misa, Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores, junio 1 de 2025).
Bien, de joven algo leí sobre el Padre Pío, en esos libritos de divulgación, Vidas de Santos, del P. Eliécer Sálesman, salesiano.
Por tanto, tenía un recuerdo muy vago. Con ello, entonces, ¿cómo escribir sobre el Padre Pío? Pues no sería muy competente.
No obstante, y tras la actual lectura del cuadernillo preparado por el P. Leonardo para los feligreses de la Parroquia San Pío de Pietrelcina, en el Guasmo Sur, procedo a lo siguiente, ¡ah!, y teniendo presente lo proclamado hace poco, julio 6 de 2025, en el XIV Domingo del tiempo ordinario, ciclo C, con san Pablo y con el evangelista Lucas, respectivamente. Con el primero, en la conclusión de su carta a los gálatas (6, 14): “Dios me libre de gloriarmesi no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo”. El segundo, pone en labios de Jesús, como conclusión del envío de los setenta y dos discípulos, y tras el aparente éxito de la misión que les fue confiada, y el “ufanarse” de ello: «no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lucas 10, 20).

El Padre Pío recibió como don sobrenatural los estigmas del Señor por espacio de 50 años (1918-1968), sabe entonces, en primera persona, de lo de san Pablo. De hecho, se comenta en la causa de su santidad, el Padre Pío fue canonizado por el papa Juan Pablo II (1920- 2005), el 16 de junio de 2002, a quien “conocía personalmente (…) desde que se confesó con él siendo simple sacerdote en 1947 y tenía (…) en concepto de santidad” (pág. 70): “en él se ha renovado, en cuanto era posible a quien no es Hijo de Dios, la pasión de Jesucristo.
Esto es todo, el (misterio del) P. Pío está en esta afirmación (…) su misión fue renovar la pasión de Nuestro Señor Jesucristo” (Card. Giuseppe Siri, 1906-1989, citado pág. 160)
También, como a san Pablo «(…) éste es un instrumento elegido por mí para difundir mi Nombre entre los paganos, los reyes y los israelitas. Yo le mostraré todo lo que deberá padecer por causa de mi Nombre» (Hechos 9, 15-16), el Señor le expresó: “Hijo mío, el Amor se reconoce por el Sufrimiento: tú lo sentirás incisivo en el alma, y aún más agudamente en el cuerpo” (pág. 163).
Lo segundo, cabe a nosotros todos, por así decirlo, cristianos de a pie, pues -lo más- no es “exitosa” nuestra misión, y menos aún somos agraciados, o muy excepcionalmente, con dones sobrenaturales como lo fue el Padre Pío: “éxtasis, trasverberación, estigmas, curaciones prodigiosas, conversiones, profecías, visiones, incendium amoris, las noches del sentido y el espíritu, la introspección de los corazones, la luminosidad, perfume, bilocación, etc.” (pág. 23).
Fenómenos que, lo más, generan novelería y sensacionalismo, que no discipulado y seguimiento, lo cual comporta constancia, perseverancia:

 “Y mi justo vivirá por la fe, pero sí, vacilante, se echa atrás, ya no me agradará” (Hebreos 10, 38), a través de los medios comunes de la gracia ofrecidos para todos en el día a día. Por ello, repito, esto segundo: como bautizados, cabe a nosotros todos el procurarnos que “nuestros nombres estén inscritos en el cielo”, y para esto los medios comunes son los sacramentos, especialmente la Eucaristía, la lectura orante de la Palabra de Dios, la oración, la meditación, la caridad, el apostolado, la coherencia de vida. Respecto a esto último, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) observó hace poco: “Nuestra credibilidad como cristianos depende de la coherencia entre lo que decimos y vivimos, que nos compromete a no separar la fe de la historia, la liturgia del compromiso, la doctrina del servicio, las palabras de las obras.
No nos dejemos seducir por ideologías de moda o intereses del momento, pongamos lo mejor de nosotros mismos en la salvaguarda de la vida y la creación” (Mensaje a la sociedad ecuatoriana, 157° Asamblea Plenaria del Episcopado Ecuatoriano, Quito, 29 de junio de 2025, Solemnidad de San Pedro y San Pablo). En este orden, y porque también es afín a nuestra espiritualidad eudista, subrayo dos aspectos del testimonio del Padre Pío, el primero, su amor a la Virgen, manifestado expresamente en el rezo del Santo Rosario: “Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten el rosario y recítenlo siempre y recítenlo cuanto más puedan” (pág. 97), ¡hasta cuarenta rosarios llegó a rezar por día! (cf. pág. 99). Y, el segundo, contemplar a Jesús y María como una sola realidad, a lo cual invitaba igualmente a sus hijos espirituales: “Quisiera volar para decir a todas las criaturas que amen a Jesús y María (cf. pág. 101).

Cierro con esta oración de san Juan Eudes (1601-1680):
Suscita, Señor, en tu Iglesia
la vocación de servicio
de los santos apóstoles y sacerdotes;
haz que, animados por tu Espíritu Santo,
tus sacerdotes amen lo que ellos amaron
y realicen lo que enseñaron.
Amén

P. Óscar Tulio Londoño cjm., Vicario de la parroquia
Santa María del Paraíso.

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