Virgen Dolorosa – Memoria 15 de septiembre

Por Ing. Alexandra de Marín,

Virgen Dolorosa

Esta no es una advocación, ni es una aparición. Es la vida misma de una mujer, de un hombre, de un pueblo, de una humanidad adolorida y sufrida ante una injusticia. La Virgen Dolorosa es la cara del que no sabe por qué, ni para qué, sino que sufre y calla en silencio. Un silencio de aceptación, sin quejas, sin resentimientos, pero con la interrogante: ¿Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado? No veo nada, ¿dónde estás? La Virgen Dolorosa es el rostro de tantos hombres y mujeres víctimas de la desolación y el abandono de la vida misma, del amor de la vida. Por eso nos atrevemos a decir:
Oh Madre Dolorosa, madre amable, madre admirable, madre del Buen Consejo, madre del Salvador, madre del Redentor.
Por tus lágrimas, que son mis lágrimas, que son nuestras lágrimas de la pena del ausentismo del amado, del miedo al dolor, a la infelicidad, a la enfermedad, a las catástrofes, a los golpes del destino.
Por la corona de espinas con que se burlan de mi entrega, de mis servicios, de mi piel, de mi herencia, por la corona de espinas de la desigualdad y las mentiras a las que somos sometidos entre hermanos.
Por los clavos que llevas en tus manos, que te hincan, te lastiman, te hieren, te duelen porque vienen de gente conocida, de gente en quien confiabas, de gente de la que no te lo esperabas.
Por las espadas de dolor con que nuestros pecados traspasaron tu corazón y que lo han herido con tantas promesas incumplidas, por tantos golpes, por tanta rebeldía, tanto engaño y falsas ilusiones. Espadas afiladas puntiagudas que traspasan toda carne humana, todo pensamiento, toda vida.
Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y dulces de madre, esos tus ojos de cariño y compasión, esos tus ojos de sentir caluroso y amante.
Y alcánzanos de tu Hijo Santísimo, de tu hijo amado, de ese Hijo Glorioso y Bendito.
Dolor intenso de nuestras culpas, de nuestras equivocaciones, de nuestros pecados de omisión de indiferencia, de falta de empatía, de amor.
Y vivos sentimientos de Fe, Esperanza y Caridad, sentimientos puros de amor a Dios, al prójimo y a mí mismo.
¡Oh Madre Dolorosa!… Oh madre mía, madre de todos los hombres de buena voluntad, madre siempre lista para la entrega, para el abandono.
Protege a la Santa Iglesia, a tu iglesia que acogiste por amor a tu hijo, a la iglesia que heredaste de tu hijo.
Protege a nuestra Patria, al lugar que nos vio nacer.
Ampara la juventud, protégela de los lobos que intentan arrebatar el rebaño.
Ampara la niñez que es el futuro de la humanidad, de tu pueblo santo.
Ampara a nuestras familias, a la familia que fue creada para ahí mostrar el Rostro del Señor, la familia que es morada de tu Presencia.
Amén, así sea, que se cumpla la Voluntad del Padre.

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