Via Crucis en tiempos de esperanza
Via Crucis en tiempos de esperanza
“Encomendémosle este nuevo año jubilar a María, entregándole nuestros interrogantes,
preocupaciones, sufrimientos, alegrías y todo lo que llevamos en el corazón.
“Confiémosle el mundo entero, para que renazca la esperanza y para que finalmente florezca la paz en todos los pueblos de la tierra”.
S.S. Papa Francisco.
Inicio: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Inicio: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- I ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 22-23.26
- II ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 27-31
- III ESTACIÓN: Libro del profeta Isaías 53, 4-6
- VI ESTACIÓN: Evangelio según San Lucas 2, 34-35.51
- V ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 32; 16, 24:
- VI ESTACIÓN: Libro del profeta Isaías 53, 2-3
- VII ESTACIÓN: Libro de las Lamentaciones 3, 1-2.9.16
- VIII ESTACIÓN: Evangelio según San Lucas 23, 28-31
- IX ESTACIÓN: Libro de las Lamentaciones 3, 27-32
- X ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 33 -36
- XI ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 37-38
- XII ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 45-50
- XIII ESTACIÓN: Evangelio según San Juan 19, 25
- XIV ESTACIÓN: Evangelio según San Mateo 27, 59-61
Dibujo página inicial: es.pinterest.com kildeer ssdsd
Dibujos Vía Crucis: Camarón Meliá, José Juan y Vicente Capilla palauantiguitats.com
I ESTACIÓN
Jesús sentenciado a muerte
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
La malicia de algunos y la tibieza del romano condenaron a muerte a nuestro Rey y Señor. Pilatos, a pesar de haber reconocido en varias ocasiones la inocencia de Jesús, pidió una jofaina y se lavó las manos.
Actualmente este gesto miserable se repite una y otra vez entre nosotros, pecado de cobardía, de indiferencia culpable; con harta frecuencia nos venimos lavando las manos de tantas responsabilidades, pero en el pecado está la penitencia, y esta ha llegado.
El primer ajusticiado por nuestra indiferencia e indolencia, nuestra primera víctima inocente es el mismo Jesús; digámosle hoy al lavarnos, que ya no queremos que sea solamente un gesto profiláctico, sino un gesto de purificación espiritual, y que al lavarnos las manos, lavemos el corazón. Aunque la que lavará nuestras conciencias de tantas obras muertas, será la misma sangre que Pilatos despreció y que sobre sí reclamaron los judíos, pero que a nosotros nos lava en cada confesión, donde si nuestros pecados son rojos como el bermellón quedarán más blancos que la lana; esa misma sangre que en el cáliz de la Santa Misa se ofrece al Padre Eterno por la salvación de muchos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

II ESTACIÓN
Jesús carga con su cruz
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Nosotros, que nos hemos comportado como paganos enemigos de la cruz, la hemos rechazado no solo quitándola de nuestras instituciones públicas, de colegios y universidades, de los tribunales, sino desgraciadamente, también de los altares. No solo la hemos negado, también hemos perdido el sentido del sacrificio cuando perdimos el altar. El dolor dejó ya de tener sentido cristiano, rechazando en nuestras vidas todo lo que signifique sufrir, morir a nosotros mismos.
Las tres concupiscencias: la de la carne, la de los ojos y la soberbia de la vida, se han adueñado de nuestras existencias. Hemos preferido nuestro confort, vivimos como paganos defendiendo el famoso “estado de bienestar”, sin cruz ni sacrificios. La cruz que hoy no vemos, no nos la robaron los malos, la quitó del centro de nuestra sociedad la tibieza de los buenos.
Pero hoy Jesús nos dice: “Toma tu cruz, niégate a ti mismo y sígueme”. ¿Cuál es tu cruz? La que pesa, la que duele, la que raspa, la que hiere, la cruz en la que mueres. Anímate a morir en ella, a morir con Cristo, así podrás resucitar con Él.
Él la abraza por ti, te toca a ti hoy abrazarla por Él. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

III ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Abrumado, agotado, bajo el peso de la cruz, cae por primera vez Jesús, el Amor es semilla sembrada en el camino.
Durante toda mi vida, Señor has esparcido muchas se-millas que no pudieron crecer, porque mi alma, mi corazón, mi vida, no han sido otra cosa que un camino donde todo pasa de prisa. Los amores son fugaces, las pasiones vora-ces, solo desatino y locura. Las verdades que siembras en mi mente no germinan, pisoteadas por mil tonterías, vani-dades y fruslerías, distracciones y pasatiempos. Los talen-tos que sembraste en mi corazón están enterrados bajo mil egoísmos y mezquindades, el grano de trigo no quiso morir a sí mismo y nunca jamás dio fruto.
Ahora que aún tengo tiempo, levántate Señor y mués-trame tu rostro, quisiera caer en tus brazos compungido, caer sembrado en la excelsa tierra de tu Corazón Divino, en Ti que eres Camino, Verdad y Vida, para que mi alma se levante, crezca vigorosa y dé frutos en tu gracia; llévame al celestial destino que nunca niegas al que de verdad está arrepentido. Postrado te adoro, mi Dios caído.
Dadnos Señor la fuerza para levantarnos del estado de postración que nos tiene vencidos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

iV ESTACIÓN
Jesús encuentra a su Madre
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Muchas distancias habían caminado juntos la Madre y el Hijo. De Nazaret a Ain Karim recorrieron una distancia que oscila entre los cien y ciento cincuenta kilómetros, (y debemos sumar el regreso). En íntima unión con Dios, María le llevaba en su seno, luego en sus brazos, después a su vera y ahora en su Corazón. Años antes habían viajado juntos de Nazaret a Belén, de Belén a Egipto huyendo de Hero-des. Durante la vida pública, de cerca o desde más lejos, María siempre le acompañó. Este es el último trayecto de su vida, el de la despedida.
Quién pudiera aprovechar estos días para darle alas al alma en la contemplación y acompañar a Nuestra Señora y Nuestro Señor por esos caminos de Dios, cruzando valles, desiertos y montañas, de cueva en cueva, un día bajo la lluvia otro bajo el sol; para adentrarnos en otra dimensión, más mística, más alta, acompañados por algunos santos, hasta penetrar el insondable océano del Corazón Inmaculado, y morada tras morada, alcanzar el interior mismo de esta Mística Ciudad de Dios, para vislumbrar ya sea un instante, este encuentro con el Señor en la vía dolorosa camino de la Redención, para venerar como es debido el misterio de la Corredención.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

V ESTACIÓN
El Cirineo ayuda a Jesús con la cruz
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
El Cirineo, honrado y buen campesino, vuelve del cam-po donde dejó todas sus fuerzas y energías, allí, donde con el sudor de su frente redime su alma, sembrando el pan de sus hijos. De pronto en una curva del camino, la brisa le trae el ruido del tumulto de una abigarrada chusma que lleva a otro condenado al patíbulo. Pensó poder pasar desapercibido; pero una mano vigorosa le detiene por el brazo y le ordena, arbitraria e imperiosamente, que ponga sus músculos al servicio del Condenado. Quiso balbucear una excusa y decirles que aquello no era lo que tenía pensado, nada que ver con lo que él había previsto.
Le fuerzan a ayudar a llevar la cruz del Señor. Hoy estoy obligado por las circunstancias, forzado por el confina-miento, no tengo más que una sola posibilidad para poder evadirme del encierro que me ahoga, que caminar espiritualmente a tu lado y por amor al Dios que no veo, ayudar con caridad a llevar la cruz del hermano que sí veo, como el Cirineo, aunque no entre en los planes egoístas, de ese hombre que soy, moderno e individualista.
Cirineo, ayúdame a serlo también de cada uno de aquellos que hoy a la vera de mi camino sienten el peso de su propia flaqueza.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

VI ESTACIÓN
Verónica limpia el rostro de Jesús
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Como un grano de trigo, el grano Divino es molido por las muelas del dolor, (tan grandes como aquellas a las que deberían estar atados muchos, en lo más profundo del mar). Él es la hostia de tantas comuniones a la que muchos se acercan con tan poco amor. ¡Si supieran que por consideración a nuestra debilidad permanece oculta la realidad bajo la apariencia del pan!
No hay en Él hermosura alguna, pero hay alguien que con intuición divina, ve más allá de las apariencias sensibles y con su piedad valiente, se acerca al Cordero en medio de los chacales sedientos de sangre, cegados por el odio. Descubriendo su rostro, da la cara y pone el corazón en el velo que enjuga de polvo y sangre, de esputos y lágrimas, la Faz Divina de Dios.
Valiente Verónica, enséñame a despreciar el “qué dirán” y las presiones de lo políticamente correcto, a ver más allá de las apariencias, con tu fe.
Concédeme una Fe así sea tan grande como un grano de mostaza, para ver aquello que los ojos de mi cara no podrán jamás ver, más allá de las derrotas, con tu esperanza. Te lo pido como aquel ciego de Jericó que gritaba: “¡Señor, haz que vea!” (Mc X, 51) Y el ciego vio.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

VII ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
No fue muy largo el trecho recorrido desde aquel lecho de polvo y de guijarros del que se levantó el Señor por primera vez. Una curva y un repecho, más arriba, cae exhausto, rendido, por segunda vez. Besan sus labios el mundo, ese barro y ese barro con el que el Padre hizo al primer hombre y a los demás también. Al besar sus labios el polvo del ca-mino, pone todo su amor en un beso por cada hombre, pues ser polvo es el destino del hombre sobre esta tierra.
Los médicos una y otra vez advierten a sus pacientes que deben ser mil veces prudentes ante los riesgos que suponen las recaídas para la salud. Cuando se trata de la salud del alma esto es menos visible y si es en el confesionario, inaudible. ¡Cuántas son las ocasiones en que se previene al que reincide con tibieza! El peso de los malos hábitos, de esos vicios ocultos y callados, secretos o in-mundos, es el que mantiene caídos a los que deberían ir veloces por caminos de virtud y santidad.
Por tu caída Señor levántame de mi pecado, despiértame de mi letargo, porque santo no es aquel que nunca tropezó, ni el que jamás se cayó, sino el que Tú levantaste y al que dijiste como al paralítico: “Levántate y anda” (Lc. V, 23).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

VIII ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
San Lucas nos deja en su evangelio este episodio profético: (Lc XXIII- 27): Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque se acerca el tiem-po en que se dirá: ‘¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!, son leña seca, leña estéril’.
“Leña seca”, “leña estéril”, “higuera maldita”, “sarmientos muertos”, todos sin frutos, es la preocupación trascendental de Nuestro Señor, quien nos exhorta a que “produzcamos frutos de una sincera conversión, los frutos de una fe viva madurados en la perseverancia” (Mt III-8), porque Él vino a salvar a quien quiera salvarse.
Nuestro Señor al hacer referencia al leño verde y al leño seco, sabe muy bien que la tierra gime esperando que se manifiesten los hijos de Dios y así poder ser liberada por los trabajos y sudores, de quienes por sus crímenes contra el orden natural la sometieron y ultrajaron, sujetándola a las con-secuencias terribles del pecado, que involucran al hombre y perjudican la creación, “que gime esperando redención”. Su prioridad es la salvación de mi alma (Rom. VIII-19).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

IX ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
El Cireneo, honrado y buen campesino, vuelve del campo donde dejó todas sus fuerzas y energías, allí, donde con el sudor de su frente redime su alma, sembrando el pan de sus hijos. De pronto en una curva del camino, la brisa le trae el ruido de el tumulto de una abigarrada chusma que lleva a otro condenado al patíbulo. Pensó poder pasar des-apercibido; pero una mano vigorosa le detiene por el brazo y le ordena, arbitraria e imperiosamente, que ponga sus músculos al servicio de Condenado. Quiso balbucear una excusa y decirles que aquello no era lo que tenía pensado, nada que ver con lo que él había previsto.
Le fuerzan a ayudar a llevar la cruz del Señor. Hoy estoy obligado por las circunstancias, forzado por el confina-miento, no tengo más que una sola posibilidad para poder evadirme del encierro que me ahoga, que caminar espiritualmente a tu lado y por amor al Dios que no veo, ayudar con caridad a llevar la cruz del hermano que sí veo, como el Cirineo, aunque no entre en los planes egoístas, de ese hombre que soy, moderno e individualista.
Cirineo, ayúdame a serlo también de cada uno de aquellos que hoy a la vera de mi camino sienten el peso de su propia flaqueza.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

X ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Despojado con violencia de la túnica que su Madre le hilara, pegada como la llevaba a su cuerpo por las heridas de la flagelación, se la arrancan con violencia. Nuestro Divino Señor de quien hemos recibido todo, se deja despojar como un cordero de su lana. Con la misma generosidad con que va a entregarnos su Madre y su vida. Reparando por tantos pecados en que la lascivia llevó a desnudarse, despojándose sobre todo del vestido bautismal de la gracia, sin el cual no podremos participar en el banquete celestial; porque el que allí se presente sin la etiqueta que la ley de Dios exige será expulsado, atado de pies y manos y lanzado a las tinieblas exteriores donde hay llanto y crujir de dientes (Mt.XXII-13).
El Señor nos muestra con su ejemplo aquello que nos enseñó en Lc.VI 29: “Al que te quite el manto, no le niegues la túnica”. Los soldados la echan a suerte y hoy tú, que tanto la necesitas, puedes ganártela. Vestirte de luz y de gracia, de modestia y castidad. Hoy puede ser tuya y con amor de Madre te vestirá la Virgen Pura, con aquella vestidura que está hecha a tu medida. Ofrezcamos el sacrificio de las humillaciones de tantos enfermos en los hospitales como remedio a tantos pecados contra la pureza en lupanares cibernéticos y reales, en las playas y las calles, en las casas o los campos. Reparemos por aquellos que con sus difamaciones despojaron a otros de su honra.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

XI ESTACIÓN
Jesús es clavado en la Cruz
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Descoyuntando sus brazos, los estiran con cuerdas y una vez estirados, casi hasta arrancarlos, suena el ruido seco del martillo que sujeta con clavos las manos bien-hechoras de quien hizo todo bien al madero de la cruz. Resuenan los golpes del martillo y hacen eco en el alma de quienes, impotentes, no dan crédito ni a sus ojos ni a sus oídos. Gruesos clavos mantienen sus brazos abiertos para acoger al corazón contrito y humillado, al que jamás desprecia.
Escándalo de la Cruz, necedad, locura para quienes cuestionan y no entienden la manera que tiene de proceder Nuestro Señor, tan distinta a la manera de pensar y sentir de la mayoría de los hombres. Porque no entendemos que la justicia divina exige reparación si se quiere salvar al hombre de la condenación eterna. Porque no entendemos las dimensiones infinitas de su amor y de su Corazón. Que Él nos amó hasta la muerte y muerte de cruz.
Deberíamos preguntarnos ¿cuán grave es el pecado que exige el mismo sacrificio de Dios? A la luz de este misterio y del ejemplo de Jesús podemos sacar nuestra propia conclusión, y llorar por tanta rama seca que cuelga del árbol y que nunca más tendrá hojas verdes, ni flores ni frutos; por tantas almas que llegarán con las manos vacías ante quien repartió talentos, esperando en justicia el rédito.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

XII ESTACIÓN
Jesús muere en la Cruz
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Clavado de pies y manos está Nuestro Señor en lo alto de la cruz, debido a que por amor a los hombres. Él mismo se hizo pecado (II Cor. V-21) fue abandonado de Dios. Lo exigía la justicia por la gravedad infinita de las ofensas. “Padre, ¿por qué me has abandonado?” “Elí, Elí, ¿Lama sabactani?” (Mt, XXVII, 49) y el silencio le responde: por mi pecado. Abandonado de Dios en cuanto hombre, pues se hizo pecado cargando sobre sí la culpa, y abandonado de los hombres en cuanto que es Dios, porque por el pecado el hombre se separa de Dios. Abandono total que nos da cierta percepción de lo que puede llegar a ser para el alma condenada lo esencial del infierno mismo.
Jesús atribulado, te ruego que no abandones a tantos cristianos que sienten la angustia terrible del abandono di-vino y humano. Algunos, desatendidos espiritualmente por su Madre la Iglesia, en este tiempo de prueba se preguntan angustiados si aquella promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella, no es ahogada por el grito nietzscheano “Dios ha muerto”, al no poder acceder a los sacramentos, al no ver a los clérigos, por andar éstos camuflados entre seglares, y por encontrar los templos cerrados. No perdáis las esperanzas, Cristo y su Iglesia están por la eternidad unidos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

XIII ESTACIÓN
Jesús es descendido de la Cruz
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Quedan los ojos anclados en ese mar sereno y profundo del dolor cuando contemplan a la Madre, Inmaculada Pate-na, con la Hostia en su regazo, Hostia de propiciación. No vemos sufrir a Cristo, la muerte se lo llevó, sufren los que se quedan en esta vida y esperan reunirse con Él en otra vida mejor. Recibe Padre Eterno como plegaria piadosa las lágrimas de los que se quedan; se quedan con el alma rota. Cuántas separaciones, cuántas familias desgarradas, cuántas Madres desconsoladas, huérfanos sin alero, coro de lamentos. Dales Señora de la Piedad Serena el consue-lo que nos queda de volvernos a encontrar en aquella vida que es eterna y que nadie nos podrá arrebatar.
Virgen de la Soledad, soledad y silencio fecundo donde se encarna el Verbo, sea tu Corazón refugio seguro, recogidos mis sentidos, callados los sentimientos, domando las pasiones y sanando los resentimientos. Para así poder conocer mejor la verdad, amar sólo el bien y no equivocarme de camino, eligiendo el bueno, el que de verdad me lleve a mi eterno destino. No te metas en tu casa huyendo Dios te hablará al corazón. La soledad abruma a muchas almas porque no conocemos el valor inmenso que tiene con respecto a la eternidad.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

XIV ESTACIÓN
Jesús es colocado en el sepulcro
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Dios ha abierto un surco en tu alma con el arado del dolor para que caigan semillas de esperanza, de vida y re-surrección. No da frutos el grano si no muere.
¿Dónde lo habéis puesto? Pregunta la Magdalena al hortelano. Como ella, hoy muchas almas lo buscan azora-das creyendo que nos han robado el Cuerpo que ya no está en el sepulcro vacío, igual de vacío que muchos sagrarios.
Al acercarnos al Sagrario, donde está Nuestro Señor envuelto en el sudario de las apariencias de pan, por la fe en su resurrección resucita en mi alma, con esa fuerza divina de la gracia, que nos debe permitir decir con la mis-ma certeza de San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí, la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”. (Gal II-20).
Cuando lo recibimos en la Santa Comunión, semilla de trigo celestial que viene a morir en nuestro surco, que mu-chas veces es más bien un sepulcro pétreo, recordemos que igual que la sepultura del Señor nunca había sido utilizada, nuestra alma no ha de tener obras muertas, que eso son nuestros pecados, debemos comulgar siempre en estado de gracia. Y que, junto con las mujeres que van a la tumba y encuentran que el sepulcro está vacío, compren-damos que vacío está todo aquello, que no contiene a Dios.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
