Se Dice de Ti…

Se dice de Ti...

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Que tú eres la Madre del Verbo increado, del Hijo del Padre hecho carne; pero asimismo que tú eres nuestra madre (Juan 19, 26-27); madre de nuestra humanidad anhelante de ser divinizada, de ser humanizada ¡Cuánto tenemos que admirar de ti, Arca de la Nueva Alianza!… Madre de Dios y Madre nuestra ora pro nobis.

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Entre estas, que tú eres madre, y, por decirlo así, no cualquier madre, sino la Madre del Señor (véase el relato de la Anunciación en el Evangelio de Lucas: en María se concibió, por la acción del Espíritu Santo, al Hijo del Altísimo, al Hijo de Dios). La Madre del Amor Hermoso, en expresión de ciertos místicos, entre estos san Juan Eudes (1601-1680), nuestro Padre fundador (CJM1*).

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Pues el Evangelio apunta a una vida íntegra, no dividida, no fragmentada, cuyo modelo es Jesús, el Señor, el Cristo, el Ungido del Padre. La bendición solemne para este tiempo de Cuaresma que trae el Misal Romano lo dice hermosamente: “Cristo, modelo de oración y de vida, os guíe a la auténtica conversión del corazón”. Una vida íntegra, que se señala parcamente (esto es, sin muchos florilegios que les gustan a otros), con expresiones como: “José era un hombre justo” (Mateo 1, 19); Natanael, “un israelita de verdad, sin falsedad” (Juan 1, 47), contrario, por ejemplo, a los escribas y fariseos tildados de “hipócritas” (véase la Invectiva contra ellos que consignó el evangelista Mateo, capítulo 23) o a Herodes Antipas, tildado de “zorro” (Lucas 13, 32); Juan Bautista, el hombre más grande nacido de mujer (Lucas 7, 28) María, la esclava del Señor; la que con prontitud acepta su Voluntad, acoge su Palabra (Lucas 1, 38

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Que tú eres la mujer amorosa del silencio; de la contemplación activa (Lucas 2, 19.51). Que tú eres la mujer, por decirlo así, que vive al filo de lo desconcertante (Lucas 2, 35.48; Juan 2, 4), o mejor, la mujer que deja que el Dios “desconcertante”, el Dios que no se encorcheta; que no se encasilla; que no se “enclicha”, acontezca en su vida y la colme de su Espíritu (Lucas 1, 35).

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Pues aquel, repitámoslo, apunta a lo esencial; no a nuestros méritos o deméritos, sino al DON INEFABLE DE DIOS, a la GRACIA DE DIOS, aconteciendo en nuestras vidas. Pablo, al apóstol de los gentiles, lo enunció de esta manera: “Yo era como un aborto… pero por la gracia de Dios, soy lo que soy” (1 Corintios 15, 8. 10a).

Grandes cosas se pregonan de ti Virgen María, pero el Evangelio dice pocas, solo las esenciales. Que tú, como buena madre (lo expresó recién el Papa Francisco en su visita apostólica a Iraq, cuna de Abraham, nuestro padre en la fe), nos acompañas con ternura en la expectativa de que también en nosotros acontezca Pentecostés (Hechos 1, 14); que venga el único que puede saciar nuestros espíritus insaciables. Nuestra hambre de eternidad, de plenitud, de Amor puro Nuestra sed de Dios, del Dios vivo (Salmo 42, 3)… Nuestra sed de infinito.

P. Óscar Tulio Londoño, CJM,
Vicario de la Parroquia Santa María del
Paraíso, Guayaquil.

*CONGREGACIÓN DE JESÚS Y MARÍA, CUYOS MIEMBROS SON LLAMADOS TAMBIÉN “EUDISTAS” DEBIDO AL NOMBRE DE SU FUNDADOR. ES UNA SOCIEDAD DE VIDA APOSTÓLICA INTERNACIONAL DE DERECHO PONTIFICIO.

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