San Juan Eudes nos dice que queremos ser – Memoria 19 de agosto

“La vida del santo es opuesta a la del héroe.
El héroe es alguien que logra una hazaña gracias al coraje, al talento, a la habilidad. El héroe te dice con su obra: “Yo no soy como tú”.
El santo es todo lo contrario, te dice: “soy exactamente como tú, soy un pobre tipo como tú, tengo las mismas dudas, miedos, debilidades”” (X Encuentro Mundial de las Familias, Roma, junio 22-26).
Recién se llevó a cabo este significativo evento que, por decirlo así, reunió en el centro de la cristiandad a sus hijos más selectos. Familias de diversos orígenes y procedencias respondieron a este encuentro organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, organismo pontificio instituido por el Papa Francisco en 15 de agosto de 2016. Y allí, una vez más, pudo evidenciarse que el llamado cristiano a la santidad no es “de poca monta” y que sigue avivando la dinámica cotidiana de tantas familias en el mundo que se saben “Los santos de la puerta de al lado” (Papa Francisco, Gaudete et exsultate, 6-9, 2018).

San Juan Eudes nos
dice que queremos ser

"¿Santos
o héroes?

¿O santo o héroe? ¿O justo o villano? O bien ¿o íntegro o narco?… ¿Cuál de estos ideales calza mejor con sociedades cada vez más “idiotizadas” y agnósticas? Héroes, por ejemplo, son los que están adelantando la “Operación militar especial” que Rusia ha desplegado en su vecina nación de Ucrania, con el supuesto objeto de “desmilitarizarla” y “desnazificarla”. Héroes, igualmente, son quienes, de parte de Ucrania, están repeliendo dicha agresión. Villanos… narcos… son los “ideales” que abiertamente, sin ningún tipo de censura, están publicitando muchas productoras de contenido audiovisual por estos lares nuestros, y que a muchos los han llevado a dar un mal paso. Lo que, obviamente, no es algo nuevo.

Así lo testifica el autor del Salmo 73 (72), 1-12:
“¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores, están sanos y engreídos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo, y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: “¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?”
Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas”.


El ser santo, justo, íntegro es el llamado, pues, a todo cristiano que trasciende límites de espacio y tiempo. En un autor de la tradición que nos precede (judaísmo), y que valga citar porque nació en Ucrania, reza así: “Estar sedientos de Dios es nuestra tarea en este mundo.
Aplacar esa sed será nuestra recompensa en el Mundo que Viene”. (Rabí Nachman de Breslau, 1772-1810).
Quienes somos de comunidades religiosas, de movimientos, o bien de sociedades de vida apostólica, entre otras experiencias de vida en común suscitadas por el Espíritu Santo en el seno de la Iglesia, tenemos un referente de ello en nuestros propios fundadores.
Así nosotros en tanto que eudistas en la persona de san Juan Eudes (1601-1680), del cual trascribimos la siguiente nota biográfica tomada de las Constituciones de la Congregación de Jesús y María (edición de 2019).Podemos concluir con una oración a este santo, pero no sin antes reparar en esto: La Iglesia permanentemente nos está presentando referentes de santidad, hombres y mujeres, desde niños a ancianos, y de diferentes profesiones y estados de vida, célibes, casados…
Bien, una cuestión en dos enunciados: 1. ¿Me he acercado a la vida de
alguno(s)? O bien: 2. ¿Considero, consciente o inconscientemente, que la santidad es un llamado ajeno/distante a mi propia vida? Pensémoslo.
Dios de bondad, que diste a san Juan Eudes un admirable espíritu apostólico para promover el culto de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y por Él has congregado en tu Iglesia nuevas familias religiosas, concédenos que, venerando sus méritos, nos edifiquemos con el ejemplo de sus virtudes. Amén.

P. Óscar Tulio Londoño, Congregación de Jesús y María

Juan Eudes nació en 1601, en el pueblo de Ri, en Normandía.
Después de sus estudios en Caen, en el colegio de los Jesuitas, entró a la Congregación del Oratorio de Francia, fundado en 1611 por el Cardenal Pedro de Bérulle, quien lo recibió el 25 de marzo de 1623.
Fue ordenado presbítero el 20 de diciembre de 1625. Durante estos años se impregnó del pensamiento espiritual de Bérulle, centrado totalmente en Cristo, y compartió su deseo de «restaurar en su esplendor el orden sacerdotal». Penetrado de este espíritu, evangelizó como misionero apostólico muchos pueblos y ciudades de Normandía, Îlede-France, Borgoña y Bretaña.
Como sentía la urgencia de contribuir a la reforma del clero, le pareció indispensable fundar un seminario en Caen. Para realizar esta obra abandonó el Oratorio y fundó, el 25 de marzo de 1643, con algunos sacerdotes, una Congregación que se dedicara, además de los ejercicios de las misiones, a la formación espiritual y doctrinal de los presbíteros y de los candidatos al presbiterado. En el Seminario de Caen se le añadieron pronto otros sacerdotes y así comenzó la Congregación de Jesús y María.
Hombre de realizaciones, fundó la Orden de Nuestra Señora de la Caridad para acoger y ayudar a las mujeres y a las jóvenes maltratadas por la vida.
Hizo amar a Cristo y a la Virgen María, hablando sin cesar de su Corazón, signo del amor que Dios nos da y de la comunión a la que estamos llamados. Para tributarles un culto litúrgico, compuso misas y oficios e hizo celebrar la primera fiesta del Corazón de María el 8 de febrero de 1648 en Autun y la del Corazón de Jesús el 20 de octubre de 1672.
Además, con numerosos escritos contribuyó a propagar la espiritualidad de sus maestros del Oratorio, al mismo tiempo que por su carisma propio le imprimía un carácter personal, hasta el punto de que es considerado también un maestro de espiritualidad.1
Murió el 19 de agosto de 1680. El Papa Pío XI lo canonizó el 31 de mayo de 1925.

1* A este respecto, en la obra Discípulos de Jesús en la escuela de Juan Eudes (Quito, 2009), el sacerdote eudista Higinio Lopera, presenta un semblante de san Juan Eudes, como Maestro de vida espiritual, en 18 incisos. Y el cual concluye en estos términos: “Juan Eudes solo conoció una escuela, la de Jesús y sus apóstoles, y por eso como Juan su homónimo, el Bautista, sabe llevar a sus discípulos y discípulas, a JESÚS nuestro bendito Dios y Salvador, nuestro Maestro Adorable, ayer, hoy y siempre” (p. 129).

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