La soledad de María-16 de abril

La soledad de María

Oh María, en este misterio del Sábado Santo, vemos que tu soledad va unida a tu misión maternal y corredentora. María, estás llamada a recorrer el mismo camino de tu Hijo hacia la Cruz, desde que pronunciaste tu Fiat en la Encarnación (Lc.1,38).

María, en este día de silencio, esperanza y oración, queremos acompañarte en tu dolor, en tu soledad, hoy nos encontramos con tu imagen de mujer que tomaste en tu regazo a tu hijo, lo contemplaste, lo cuidaste como al más grande de tus tesoros y lo entregaste a la humanidad con absoluto desprendimiento, pues sabías de su misión.
Lo entregaste como un hombre lleno de vigor, de gracia y de hermosura y solo bastaron tres años para que la humanidad te lo devolviera, ultrajado y desfigurado. En ese estado lo tomas de nuevo en tus brazos como cuando era un niño, limpias sus heridas y le haces sentir tu presencia maternal.
Este drama de Jesús sufriente y de tu soledad dolorosa se repite hoy en la vida de muchos hijos desfigurados por falsas ideologías.
En la vida de tantas personas que sufren en este momento las consecuencias de una guerra que causa destrucción y muerte. Te sientes abandonada en tantos gobiernos erigidos sobre una base materialista, permitiendo la aprobación de leyes que van en contra de la moral, con total ausencia de valores. En tantas madres que han perdido a sus hijos a causa de esta cultura de muerte.
María, en estos momentos participas de la soledad de Cristo en el Calvario que experimenta el abandono de los suyos: “Todos los discípulos le abandonaron y huyeron” (Mt.26, 56). Haces tuyo este misterioso grito de soledad que lanza tu Hijo desde la Cruz: “Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado” (Mt. 27, 46)
María, esta soledad es la plenitud de tu maternidad. Es verdad, que tu Hijo alivia tu soledad confiándote al cuidado filial de su discípulo amado que te acoge en su casa (Jn. 19, 27). Sin embargo, sigues participando del misterio de abandono y soledad que Jesús experimenta en la Cruz.

Perdiste un hijo muy bueno y adquiriste unos hijos que te causan preocupación, pero los quieres como a tu Hijo único y los acompañas en su vía dolorosa. Te has quedado sola, pero no queremos dejarte sola. Estamos contigo María, queremos acompañarte en tu pesar, con nuestros cuidados.
El amor misericordioso de Dios Padre sale al encuentro de cada hombre para perdonar el pecado, elevarlo al orden sobrenatural, hacerlo hijo adoptivo y salvarlo. Para eso, Cristo ha nacido de Ti y tú has sido íntimamente asociada a tu Hijo. Tu corazón se purificó en el crisol del dolor, y solo sabe amar como Jesús y perdonar a imagen de él; por eso venimos a refugiarnos en tu regazo. María, esta soledad es la ausencia del hombre que abandona a tu Hijo y tu presencia insistente de Madre que busca a sus hijos descarriados. María, en tu soledad, sigues buscando a los pecadores para que se conviertan, a los tibios para que recuperen su primer fervor, a los fieles para que crezcan en santidad.
María, tu soledad conlleva, además, el gozo del deber cumplido como Madre, por la fuerza del amor más fuerte que la muerte y que el pecado.
María, tu soledad implica también el gozo de la esperanza en la certeza del triunfo inminente de la resurrección y plena glorificación del Hijo. María, tú serás la primera, como Madre, en ver a tu Hijo resucitado.
Nosotros, ayudados siempre por Ti, esperamos participar de la Resurrección de Cristo. Mientras tanto, nos consagramos totalmente a tu Corazón Inmaculado y te decimos: “Somos totalmente tuyos y todas nuestras cosas tuyas son. Sé tú nuestra guía en todo”.

Comunidad de Misioneras Santa María del Fiat

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