La conversión de San Agustín de Hipona-Fiesta 28 de Agosto

La conversión de
San Agustín de Hipona

Ser luz para
el mundo

San Agustín nació en el año 354 en Tagaste, en la provincia romana de Numidia (hoy Argelia). Fue un influyente teólogo y filósofo cristiano, y se le considera uno de los Padres de la Iglesia.

La conversión de San Agustín se refiere a la experiencia religiosa y espiritual del santo cristiano San Agustín de Hipona.
La conversión de San Agustín ocurrió en el año 386, cuando tenía 32 años. En ese momento, Agustín vivía en la ciudad de Milán y estaba inmerso en una búsqueda espiritual y filosófica. Había sido educado en el cristianismo, pero se había alejado de la fe y había explorado diferentes corrientes filosóficas y religiosas, incluyendo el maniqueísmo y el escepticismo.
Durante este período de búsqueda, San Agustín tuvo un encuentro significativo con su madre, Santa Mónica, quien había sido una devota cristiana y había orado incansablemente por la conversión de su hijo. Santa Mónica lo instó a encontrarse con el obispo Ambrosio de Milán, un influyente líder de la Iglesia en ese momento.
La influencia de Ambrosio y las lecturas de las obras del filósofo neoplatónico Plotino ayudaron a San Agustín a encontrar respuestas a sus preguntas y a comprender la verdad y la belleza del cristianismo. Además, una experiencia personal en un jardín, conocida como “la conversión en el jardín de Milán”, fue crucial en su transformación espiritual.
En este momento, según sus propias palabras, Agustín escuchó una voz que le decía: “Toma y lee” (en latín: “Tolle, lege”). Agarró la Biblia y abrió al azar, leyendo un pasaje del libro de los Romanos, que resonó profundamente en su corazón y le dio claridad y paz interior.
Después de esta experiencia, San Agustín se convirtió al cristianismo y fue bautizado por el obispo Ambrosio en el año 387. A partir de entonces, dedicó su vida a la fe cristiana y se convirtió en uno de los teólogos y pensadores más influyentes de la Iglesia Católica. Sus escritos, como “Las Confesiones” y “La Ciudad de Dios”, siguen siendo ampliamente estudiados y considerados obras maestras de la teología y la filosofía cristiana.
La conversión de San Agustín se considera un hito importante en la historia del cristianismo y ha dejado un legado duradero en la fe y la filosofía occidental.

Cómo podemos ser luz para el mundo
La luz como un mandato divino que Jesús mismo nos dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Es un mandato directo de nuestro Salvador para que brillemos con su amor y verdad en todas nuestras acciones. No debemos esconder esa luz, sino permitir que brille ante los demás.

Cada día, tenemos la oportunidad de reflejar la luz de Cristo a través de nuestras palabras amables, actitudes compasivas y buenas obras. Recordemos siempre que somos portadores de una luz que no puede ser escondida.
En nuestros hogares, trabajos, comunidades y en todas nuestras interacciones diarias, tenemos la oportunidad de ser un faro de esperanza e inspiración para los demás. Al mostrar compasión, bondad, generosidad y perdón, podemos marcar la diferencia en la vida de las personas.
No subestimemos el poder de nuestras acciones y palabras. Cada pequeño acto de bondad puede tener un impacto duradero en alguien que lo necesita.
Cuando enfrentemos situaciones difíciles o desafiantes, recordemos que nuestra respuesta debe ser siempre la de la luz y el amor de Cristo.
En momentos de oscuridad, no olvidemos buscar la guía y el consuelo en la Palabra de Dios. Es a través de la lectura y meditación en las Escrituras que encontraremos la dirección divina para nuestras vidas.
La Palabra de Dios es una lámpara que ilumina nuestro camino y nos muestra cómo vivir en obediencia y fidelidad.
Siguiendo el ejemplo de San Agustín, debemos comprender que el tiempo pasado queda atrás y lo que importa es vivir el presente, la conversión de San Agustín está matizada por ese cambio en su estilo de vida de lujuria, pecado y perdición a llegar a ser un Doctor de la Iglesia Católica.
A los 32 años su vida toma este giro de 180 grados, cuando analizamos, este hecho debemos estar seguros que Dios nos marca el camino. Ser Luz es iluminar, guiar y principalmente poner ejemplo a los que nos siguen.
En esta época que estamos tan amenazados por el vértigo de la violencia, debemos buscar ser luz y guía para muchos, esto nos lo demuestra San Agustín, no hay excusas para no tomar la antorcha que Jesucristo nos pasó en la Cruz, nuestra obligación es seguir el camino y no quedarnos parados mirando lo que pasa, es momento de hacer que las cosas pasen.
Dios nos bendiga y con el ejemplo de San Agustín, tomemos la antorcha e iluminemos a nuestro país. Bendiciones.

Martín J. Vilches N.

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