¿Y dónde está nuestra cabeza?
P. Óscar Tulio Londoño
Vicario de Santa María del Paraíso
Solemnidad 15 de agosto
¿Y dónde está nuestra cabeza?
Con ocasión de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María…
“¡Muchacho (a)!, por Dios, ¿dónde tienes puesta la cabeza?”.
Esta expresión coloquial, la podemos hacer extensiva a los cristianos
de la presente generación: “¡Cristiano (a)!, por Dios,
¿dónde tienen puesta la cabeza?”.
Se fundamenta, básicamente, en san Pablo, la DOCTRINA DEL CUERPO MÍSTICO (Cfr. 1 Corintios 12, 12-31; Colosenses 1, 18.24; 3, 15; Romanos 12, 4-5; Efesios 1, 22-23; 3, 6; 5, 23). Cristo y la Iglesia, su Esposa, forman UN SOLO CUERPO. Cristo, Cabeza; la Iglesia, sus miembros. Y donde está la Cabeza están sus miembros, pues, de lo contrario, serían unos miembros acéfalos (esto es, sin cabeza).
“USTEDES ESTÁN CON CRISTO EN DIOS”, puede leerse en la Carta de san Pablo a los Colosenses. Por tanto: “Prefieran (otras traducciones: preocúpense, busquen, aspiren, piensen…) los bienes de arriba, no los de la tierra. Porque ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios” (3, 2-3). María, miembro supereminente de su Cuerpo, está (ES) con Cristo en Dios.
“LO QUE NO SE ASUME NO SE REDIME” (san Ireneo de Lyon, obispo, siglo II, Padre y Doctor de la Iglesia). Ahora bien, ¿Por qué los cristianos y, especialmente, María nuestra madre estamos con Cristo en Dios? Volvamos a san Pablo: “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo y, por lo tanto, heredero por la gracia de
Dios” (Gálatas 4, 4-7).
Nosotros estamos con Cristo en Dios, porque Él se encarnó, esto es, asumió –tomó para sí- nuestra condición mortal. No fue ficción, cuento, fábula que diría san Pedro: “Porque no les hicimos conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza” (2 Pedro 1, 16). E incoó en ella su germen de inmortalidad.
De modo que, como afirma también san Pablo: “Cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de
inmortalidad, entonces se cumplirá lo que dice la Escritura: ¡La muerte ha sido devorada por la victoria!” (1 Corintios 15, 54).
“CRISTO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, EL PRIMERO DE TODOS”. Primicia de los resucitados es Cristo mismo y, por tanto, María su Madre, que está totalmente unida a su Hijo. Luego, en su orden, todos aquellos que estén unidos a Él en el momento de su Venida (cfr. 1 Corintios 15, 20.23). Así lo consigna el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), en el número 966: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”. La mayoría de nuestro pueblo, creeríamos, se sigue acercando a los misterios de nuestra religión a través del rezo del Santo Rosario, mismos que están en una dinámica de anonadamiento-exaltación, que se detalla así en el himno cristológico de la Carta de Pablo a los Filipenses (2, 5-11), el cual le precede esta invitación: “TENGAN LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS” (versículo 5).
“Quien, siendo de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando (asumiendo) la condición de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Dinámica de anonadamiento, versículo 6 a 8).
“Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»” (Dinámica de exaltación, versículo 9 a 11).
LOS MISTERIOS DEL ROSARIO. El cuarto misterio glorioso reza: “La Asunción de la Virgen María a los cielos”. A la base de los Misterios Gloriosos están los Misterios Dolorosos: 1. La oración en el huerto de Getsemaní. 2. La flagelación de Jesús. 3. La coronación de espinas. 4. Jesús carga con la cruz. 5. Crucifixión y muerte de Jesús. Se rezan los martes y los viernes. A la base de los Misterios Dolorosos están los Misterios Luminosos: 1. El Bautismo de Jesús. 2. Jesús en las Bodas de Caná. 3. La predicación del Reino. 4. La transfiguración del Señor. 5. La institución de la Eucaristía. Se rezan los jueves. El Papa Juan Pablo II los incorporó el 16 de octubre de 2002, con la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae. El Rosario de la Virgen María.
“Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ‘compendio del Evangelio’, es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo(misterios gozosos), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios dolorosos) y el triunfo de la resurrección (misterios gloriosos), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios luminosos). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria” (n.19c).
A la base de los Misterios Luminosos están los Misterios Gozosos. 1. La Encarnación del Hijo de Dios. 2. La visitación de María a Isabel. 3. El nacimiento de Jesús en Belén. 4. La presentación de Jesús en el templo. 5. El niño Jesús perdido y hallado en el templo. Se rezan los lunes y sábados. Así pues, el que fue exaltado por Dios, primeramente, se anonadó a sí mismo. O bien, para expresarlo con la densidad del Prólogo del Evangelio según Juan: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Y LA PALABRA SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1, 1. 14).
LA ASUNCIÓN COMO DOGMA DE FE. El 1 de noviembre de 1950, el Papa Pío XII declaró la Asunción de la Santísima Virgen María un artículo de fe. La doctrina de la Asunción dice que al final de su vida en la tierra, María fue “llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos” (cfr. Pío XII, Constitución apostólica Munificentissimus Deus).
“Los cristianos creen que las buenas personas irán al cielo y ahí les volverán inmaculadas. Como la primera persona que recibió la buena noticia de Jesús, María recibió la bendición que un día recibiremos todos” (Priya Hemenway. El pequeño libro de María. Evergreen, Singapur, 2007, pág. 98).
“Asumida por su hijo para una especial unión con Él, en muerte y en resurrección, su triunfo como el de su Hijo, preludia nuestro triunfo, si vivimos unidos a Cristo y asumidos y elevados por Él” (Valeriano Ordóñez, S.J. Los santos, noticia diaria. Herder, Barcelona, 1980, pág. 277)
Terminemos con san Pablo, con esta exhortación, que cierra precisamente el citado capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios, versículo 58: “De modo que, hermanos míos amados, manténganse firmes e inconmovibles, dedicados cada vez más a la obra del Señor, convencidos de que sus continuos esfuerzos por el Señor no son en vano”.