No los dejemos solos

En un fuerte llamamiento a la humildad, manifestó:
“Es en el camino de la marginación
donde Dios nos encuentra y nos salva”.

“No los dejemos solos”

La intención universal del apostolado de la oración del Santo Padre es:
“Para que los ancianos, marginados y las personas solitarias encuentren,
incluso en las grandes ciudades, oportunidades de encuentro y solidaridad”.

Para explicar lo que significa estar “en los márgenes” para ser salvados, el Pontífice se refirió a dos pasajes especialmente elocuentes, tomados del segundo Libro de los Reyes (5, 1-15a) y del Evangelio de Lucas (4, 24-30). En el pasaje evangélico, destacó el Santo Padre, Jesús afirma que no podía hacer milagros en su Nazaret “por falta de fe”: justamente allí, donde había crecido, “no tenían fe”. Precisamente, añadió, Jesús dice: “Ningún profeta es aceptado en su pueblo”. Y recordó luego la historia de Naamán el sirio con el profeta Eliseo, narrada en la primera lectura, y la de la viuda de Sidón con el profeta Elías.
“Los leprosos y las viudas en ese tiempo eran marginados”, destacó el Papa. En especial “las viudas vivían de la caridad pública, no entraban en la normalidad de la sociedad”, mientras que los leprosos tenían que vivir fuera, lejos del pueblo.
Así, en la sinagoga de Nazaret, relata el Evangelio, “Jesús dice que allí no se harán milagros: aquí vosotros no aceptáis al profeta porque no lo necesitáis, estáis demasiado seguros”. Las personas que Jesús tenía delante, en efecto, “estaban muy seguras en su “fe” entre comillas, muy seguras en su observancia de los mandamientos, que no necesitaban otra salvación”. Una actitud que revela, explicó el Pontífice, “el drama del cumplimiento de los mandamientos sin fe: yo me salvo por mí mismo porque voy a la sinagoga todos los sábados, trato de cumplir los mandamientos”; y “que no venga este a decirme que son mejores que yo ese leproso y esa viuda, esos marginados”.
Pero la palabra de Jesús va en sentido contrario. Él dice: “Mira, si tú no te sientes en zona marginal, no tendrás salvación. Esta es la humildad, la senda de la humildad: sentirse tan marginado” de tener “necesidad de la salvación del Señor. Sólo Él salva; no nuestra observancia de los preceptos”.
Esta enseñanza de Jesús, sin embargo, que se lee en el pasaje de Lucas, no le gustó a la gente de Nazaret, tanto que “se enfadaron y querían matarlo”. Es “la misma rabia” que siente también Naamán el sirio. Para ser curado de la lepra, explicó el obispo de Roma, Naamán “va al rey con muchos dones, con muchas riquezas: se siente seguro, es el jefe del ejército”. Pero el profeta Eliseo lo invita a marginarse y a bañarse “siete veces” en el río Jordán. 

Una invitación que, reconoció el Papa, le tuvo que haber parecido “un poco ridícula”. Tanto que Naamán “se sintió humillado, se molestó y se marchó”, precisamente como “los de la sinagoga de Nazaret”. La Escritura, destacó el Pontífice, usa el mismo verbo para las dos situaciones: indignarse.
Por lo tanto, a Naamán se le pide “un gesto de humildad, de obedecer como un niño: ¡hacer el ridículo!”. Pero él reacciona, precisamente, con indignación: “Nosotros tenemos muchos ríos hermosos en Damasco, como el Abaná y el Farfar, ¿y yo voy a bañarme siete veces en este riachuelo? ¡Hay algo que no funciona!”. Pero sus colaboradores, con buen sentido, “le ayudaron a marginarse, a realizar un acto de humildad”. Y Naamán salió del río curado de la lepra.
Precisamente este, subrayó el Papa, es “el mensaje de hoy: si queremos ser salvados, debemos elegir el camino de la humildad, de la humillación”. Testimonio de ello es María, que “en su cántico no dice estar contenta porque Dios miró su virginidad, su bondad, su dulzura, las muchas virtudes que ella tenía”, sino que exulta “porque el Señor miró la humildad de su esclava, su pequeñez”. Es precisamente “la humildad lo que mira el Señor”.
Así también nosotros, afirmó el Pontífice, “debemos aprender esta sabiduría de marginarnos para que el Señor nos encuentre”. En efecto, Dios “no nos encontrará en el centro de nuestras seguridades. No, allí no va el Señor. Nos encontrará en la marginación, en nuestros pecados, en nuestros errores, en nuestras necesidades de ser curados espiritualmente, de ser salvados. Es allí donde nos encontrará el Señor”.
Y este, precisó una vez más, “es el camino de la humildad. La humildad cristiana no es una virtud” que nos hace decir “yo no sirvo para nada” y así nos hace “esconder la soberbia”; en cambio, “la humildad cristiana es decir la verdad: soy pecador, soy pecadora”. Se trata, en esencia, sencillamente de “decir la verdad; y esta es nuestra verdad”. Pero, concluyó el Papa, está también “la otra verdad: Dios nos salva. Pero nos salva allí, cuando estamos marginados. No nos salva en nuestra seguridad”. Por ello la oración a Dios para que nos dé “la gracia de tener esta sabiduría de marginarnos; la gracia de la humildad para recibir la salvación del Señor”.

Fuente: L’Osservatore Romano

“Es culpa nuestra”

“No son números: son seres humanos con un nombre, con un rostro propio, con una identidad que Dios les ha dado”, aseguró.
El papa Francisco afirmó que cada niño explotado, marginado y abandonado es “culpa nuestra” por el sistema que los adultos han construido.
“Todavía hay millones de niños y niñas que sufren y viven en condiciones muy parecidas a la esclavitud. Y recuerda que “demasiadas veces olvidamos nuestra responsabilidad y cerramos los ojos ante la explotación de estos niños ( muchas veces sexual) que no tienen derecho ni a jugar, ni a estudiar, ni a soñar. Ni siquiera tienen el calor de una familia”.

“¡Cada niño marginado, abandonado por su familia, sin escolarización, sin atención médica, es un grito! Un grito que se eleva a Dios y acusa al sistema que los adultos hemos construido. Un niño abandonado es culpa nuestra”, denunció.
El papa realizó un llamamiento para que “no se permita que se sientan solos y abandonados”, pues “necesitan poder recibir una educación y sentir el amor de una familia para saber que Dios no los olvida”.
“Recemos para que los niños y niñas que sufren, los que viven en las calles, las víctimas de las guerras y los huérfanos, puedan acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia”, concluyó.

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